Desapareció
el ramal ferroviario, luego los rieles oxidados y enseguida los
durmientes que más de alguna vez supieron de nuestros pasos
exploradores, a Los Tres Pinos y otros puntos de interés (según la
edad). Ingenuamente creímos que eso sería todo, sin embargo para
nuestra sorpresa y asombro, ya está desapareciendo el terreno que
sostenía el tendido ferroviario y nos imaginamos un incierto futuro
para los túneles. Por si fuera poco, se está haciendo majadera mala
costumbre, el obstruir el libre acceso a las playas, lo que
constituye una abierta provocación a las normativas legales, que
establecen que en
Chile no existen playas
privadas.
De
acuerdo a la ley, todas las playas de mar, ríos y lagos son Bienes
Nacionales de uso público, es decir, son de dominio de todos
los chilenos y su
uso nos pertenece a todos,
según el artículo 589 del Código Civil.
El
acceso a una playa no puede ser comercial, por lo que nadie puede
utilizarlas como si se tratase de propiedad privada, cobrando para
acceder a ellas, ni dificultando o prohibiendo el paso. El
Decreto Ley Nº 1939 de 1977, en su artículo 13, explicita que “los
propietarios de terrenos colindantes con playas de mar, ríos o
lagos, deberán facilitar gratuitamente el acceso a éstos para fines
turísticos y de pesca cuando no existan otras vías o caminos
públicos al efecto”.
Lo
que en el papel está escrito con jurídica claridad, en la realidad
funciona de otra forma. Propietarios de terrenos aledaños al litoral
extienden sus dominios sobre arenas y roqueríos (las olas se están
salvando por el momento) provocando natural ofuscación, no solo en
quienes queremos seguir disfrutando de aquellos parajes, sino que
también en turistas que vienen a descubrirlos.
¿Por
qué no se cumple la normativa?
¿Por
qué se desafían las leyes?
Muy
sencillo y sorprendente: no
hay sanción para quienes la incumplen.
Y como a mayor intervención de abogados, fiscales, funcionarios
judiciales, trámites, demandas, apelaciones y “recontraapelaciones”,
más se ralentiza el proceso de solución a la demanda para acceder
a las playas, al final se acaba la temporada veraniega, y los
usurpadores quedan felices de haber logrado su propósito. Cuando
llegue el próximo verano, es muy probable que haya
(ojo con esa apalabra) construcciones o edificaciones, por las que el
Estado tendrá que pagar si es que las quiere recuperar a través de
la expropiación. Negocio redondo.
Tanto
que deseábamos que nuestra Comuna se convirtiera en turística y
miren lo caro que nos está costando el sublime anhelo. No solo
estamos perdiendo el acceso a las playas, también hemos perdido el
libre acceso al Muelle Artesanal, que era uno de los paseos públicos
imperdibles, como lo fue el paseo a la Estación Ferroviaria durante
siete décadas.
El
Muelle Artesanal, después de las faenas de recepción de peces y
mariscos, quedaba disponible para pasear en forma romántica,
declarar el amor teniendo por testigos atardeceres cinematográficos
o para contemplar la Luna, que tendía su camino hacia la Isla
Quiriquina, al futuro, los sueños y la esperanza. Ahora el muelle
tiene portón y candado. Por si fuera poco, se enrejó el acceso
entre el Muelle Fiscal y la Capitanía de Puerto. ¿Qué está
pasando? ¿No estaremos exagerando las privatizaciones? Desde 1835 al
2009 no hubo rejas. De pronto, a alguien se le ocurrió enrejar y
llavear, lo que desde siempre había sido de libre circulación y nos
somete a un enclaustramiento aberrante e innecesario.
El
sector frente a la fenecida estación ferroviaria, que era para
contemplar el océano y acceder a la Piedra del Chancho, fue invadido
por viviendas. En la Explanada, modestas pescaderías, con venia
municipal y sin estudio de impacto ambiental y estético, obstruyeron
la privilegiada ubicación para contemplar la Quiriquina, la bahía y
el tránsito de embarcaciones, devaluando el entorno del monumento a
San Pedro, obra del escultor tomecino e internacional Vicente
Gajardo. Más al sur, módulos para venta de artesanías, que
permanecen gran parte del tiempo cerrados, se unen al precario estado
en que se encuentra El Vagón, que requiere pronta restauración,
para que siga cumpliendo su sino cultural.
Nuestro
interesante, exclusivo y hermoso patrimonio natural-geográfico, está
siendo diezmado a vista, paciencia e indiferencia de una mayoría,
que complaciente se hace cómplice de la usurpación y el afeamiento
de nuestro entorno, en abierta contradicción con el anhelo de hacer
de nuestra ciudad-comuna, un polo turístico que contribuya a
desarrollo de la Comuna y no de unos pocos privilegiados, que sacan
provecho a los vacíos legales y dilataciones jurídicas.
¡Vamos
tomecin@s!, la arena, las playas, las olas, las rocas, las gaviotas,
los atardeceres, el aire marino… no deben tener precio ni
propietarios. Insistamos en la RECUPERACIÓN Y CONSERVACIÓN de
nuestros bienes naturales, antes que sea demasiado tarde para abatir
portones, candados, cercos y murallas.
¡No
a la bolivianización
de Tomé! ¡Las playas nos pertenecen!
TOMÉ,
FEB 2013
www.romanvilleg.cl
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